¿Cuánta es la tasa de pobreza y de indigencia en la Argentina? ¿Por qué persiste cierto divorcio acerca de la mejora en los ingresos en un contexto de estrés económico y las estadísticas oficiales? ¿Qué pasaría en la Argentina si el Estado dejara de lado el asistencialismo? Estas son las preguntas que siguen sobrevolando entre los analistas económicos al observar la situación de los ingresos y su impacto en la sociedad.

Al primer semestre de este año, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) reportó que, entre la población urbana de la Argentina, la pobreza se ubicó en un 31,6%, mientras que la indigencia afectó al 6,9%. Tomando en cuenta la foto de un año antes, la reducción es sustancial: en la primera mitad de 2024, la pobreza fue del 52,9% y la indigencia, de un 18,1%.

“Siguiendo la metodología del Indec, la pobreza en el segundo trimestre de este año habría sido de 31,8%. Esto significa una baja muy importante de 9,5 puntos porcentuales desde el segundo trimestre de 2023. Sin embargo, si observamos la estimación con corrección de captación, la pobreza también se habría reducido, pero ‘solo’ en 2,1 puntos porcentuales, desde 33,9% en ese período”, indica el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). “Esto sugiere que existió una baja real de la pobreza monetaria bajo la actual gestión, producto de la baja de la inflación, cambio en los precios relativos y fortalecimiento de la AUH-Tarjeta Alimentar. Lo mismo se observa a nivel de la tasa de indigencia (caída de 1 punto porcentual)”, precisa el diagnóstico académico. “No obstante, en ambos casos, la caída en las cifras oficiales con respecto al período anterior al ajuste estaría sobreestimada por la medición, de tal forma que es posible que en torno a tres cuartas partes de la caída desde los niveles de 2023 se deban a un efecto estadístico”, agrega.

En su exposición, el director del Observatorio, Agustín Salvia, dejó en claro este punto de vista, al señalar que en la sobreestimación estadística “no hay manipulación intencionada, ni malversación estadística; simplemente, el cuestionario puede producir ese efecto de subrregistración oficial. El sociólogo, además, remarca que, con la Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares (Engho) de 2004/2005, la Canasta Básica Total (CBT) para una familia tipo fue calculada en casi $ 1,2 millón mensual. En otras palabras, expresa, “se usan parámetros de consumo de hace dos décadas”.

Según la UCA, la pobreza cayó al 36,6% en el tercer trimestre, el nivel más bajo desde 2018

El análisis de la UCA abarca la última década y media (2010-2025), con particular atención al período más reciente (2023/25). La proporción de hogares y personas asistidas por programas sociales y transferencias no contributivas aumenta a lo largo del período, especialmente entre 2010 y 2016, y vuelve a crecer durante la pandemia de 2020. La cobertura de planes sociales y transferencias de ingresos no contributivas se concentra en hogares de niveles socioeconómicos bajo y hogares con niños/as, mostrando una fuerte focalización hacia los grupos más vulnerables.

“Los ejercicios de simulación desarrollados con el objetivo de evaluar el impacto de estas políticas en las tasas de indigencia y pobreza por ingresos muestran que las transferencias reducen sobre todo la indigencia -más que la pobreza- debido al alcance de la cobertura y el nivel de los montos”, argumenta el reporte al que accedió LA GACETA. Sin estos ingresos, la indigencia prácticamente se duplicaría y la pobreza sería alrededor de un 20% más elevada. Los resultados presentados contribuyen a sostener que los programas son necesarios pero insuficientes para revertir los déficits estructurales, considera. La base de esta conclusión se sustenta en la falta de actualización de la Engho. Si se tomara como parámetro la calculada para 2017, la CBT se actualizaría y para el caso de un matrimonio con dos hijos pequeños pasaría a valuarse en $ 1,9 millón mensual, lo que implicaría un salto en la tasa de pobreza por ingresos.

Un repartidor necesita más de 15 pedidos diarios para superar la línea de pobreza

En el informe se observa que el estrés económico (percepción subjetiva de insuficiencia de ingresos para cubrir necesidades básicas) muestra, en el largo plazo, un deterioro entre 2010 y 2017 y luego una estabilización. Si bien en 2024-2025 disminuye el déficit, los niveles de estrés económico regresan a los de 2022-2023. Actualmente afecta a alrededor del 47% de la población, por encima del piso histórico cercano al 35%. En síntesis, casi 1 de cada 2 personas vive en hogares con estrés económico, puntualiza.

Así, la UCA, advierte que persisten fuertes desigualdades, según variables de corte: alrededor de 7 de cada 10 hogares de niveles socioeconómicos bajo lo padecen, y la tendencia se intensifica entre 2010 y 2025. También es mayor en hogares con niños/as.

En el ciclo de ajuste predominan las trayectorias de empeoramiento. En la estabilización aumentan levemente las de mejora, aunque se evidenciaría que la población no ha sentido la baja de la pobreza con la intensidad que muestran los indicadores tradicionales, aclara el reporte. La cronicidad del estrés económico se mantiene elevada, cercana al 30%. Durante la crisis/ajuste, los estratos más bajos son los que más retroceden. En la fase posterior, mejoran sobre todo los estratos medio bajo y bajo. Durante la fase de estabilización, en el estrato muy bajo persiste e incluso se profundiza la cronicidad en condiciones de estrés económico. Asimismo, el estrato medio alto no manifiesta mejoras muy pronunciadas a través de este indicador, como sí sucede con la medida tradicional de pobreza por ingresos, finaliza la UCA.

Percepción intergeneracional: ¿cómo se percibe la realidad respecto de lo anterior?

El 42% de las personas consultadas por la UCA considera que su situación económica actual es peor que la de sus padres, con una mayor prevalencia de esta percepción negativa en los estratos socioeconómicos más bajos. Mirando hacia el futuro, el 82% cree que sus hijos o nietos tendrán más oportunidades. Esta expectativa positiva se acentúa en los estratos más bajos. Respecto del próximo año, poco más del 40% espera una situación económica peor para el país, mientras que solo un 24% anticipa un empeoramiento para sí mismo/a o su familia. La clase baja cree que tendrá menos margen para “escapar” a un escenario adverso.